jueves, 28 de agosto de 2008

La Taza de Té

Un hombre calvo y demacrado se hallaba en su cama, la cara pálida, le habían trasplantado la médula ósea porque tenía leucemia.

La enfermera Hanne Dina se le acercó, lo saludó y le preguntó si quería sopa y él dijo que no, que solo quería dormir.

Al rato Hanne le llevó la medicina y él se la tomó con disgusto y volvió a hundirse en la almohada. Hanne fue a la cocina del hospital preparó para ella una taza de te, preparó una bandeja y colocó la tetera y dos tazas y se dirigió al cuarto del enfermo preguntandole:

¿Lo molesto si tomo el té aquí?

Quisiera ver las noticias acá mientras tomo el té.

Claro que no me molesta respondió.

Ella encendió el televisor mientras le decía:

Traje una taza extra por si quiere té.

Sí, me sirve media taza, por favor, respondió el enfermo.

Al día siguiente Hanne volvió con la bandeja y dos tazas y así lo hizo por una semana.

A los pocos días se fue:

se había restablecido lo suficiente para irse a terminar su convalecencia en su casa.Cuatro meses más tarde Hanne estaba en un centro comercial cuando oyó una voz potente. ¡ Hanne, que gusto de verla".

La enfermera lo reconoció.

Era el enfermo de la taza de té.

Él la abrazó y presentándole a la esposa , dijo:

"Ésta es Hanne, la mujer que me salvó la vida con una taza de té".

Pequeños gestos pueden mostrar grandes amores y grandes simpatías.

No tenemos idea de lo que Dios puede hacer con lo poco que tenemos a mano.

Pueden ser dos panes y dos peces pero con el aderezo del corazón algo milagroso puede suceder. No menosprecies lo poco que tiene y extiéndelo hoy al que está cerca de ti.